El 𝐜𝐨𝐫𝐭𝐢𝐬𝐨𝐥 es la «hormona del estrés«, pues se libera como respuesta a amenazas, estados de alerta y ansiedad. Nos ayuda a enfrentar desafíos y retos mediante un mecanismo biológico que insta a la lucha o la huída.
Cuando segregamos cortisol, tienen lugar multitud de reacciones físicas en el cuerpo, como el aumento de la presión arterial y la frecuencia cardíaca, inhibición de las funciones digestivas, reproductivas, y, en definitiva, de todas las funciones que no sean imprescindibles para la supervivencia más inmediata.
Es por eso que cuando esta respuesta se mantiene en el tiempo puede tener un impacto importante para la salud.
Por otro lado, la 𝐨𝐱𝐢𝐭𝐨𝐜𝐢𝐧𝐚 es la “hormona del amor y del vínculo”, ya que juega un papel fundamental en la creación de lazos afectivos.
Este mensajero químico influye activamente en la sensación de placer y bienestar. Cuando liberamos esta hormona, tendemos a ser más cariñosos, atentos y generosos.
Esta hormona disminuye la actividad del sistema nervioso simpático y del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal, lo que aumenta los niveles endógenos de opiáceos e induce un efecto anti-estrés, mediante la bajada del ritmo cardiaco, la tensión arterial y las hormonas del estrés. En definitiva, facilitando la calma, la relajación y el bienestar.
Parece que el 𝐜𝐨𝐫𝐭𝐢𝐬𝐨𝐥 y la 𝐨𝐱𝐢𝐭𝐨𝐜𝐢𝐧𝐚 están íntimamente relacionados entre sí. Se ha demostrado que cuando aumenta el nivel de oxitocina, inevitablemente disminuye el nivel de cortisol.
Es decir, los vínculos afectivos nos ayudan a afrontar el estrés y a amortiguar su impacto biológico sobre nosotros.
Y paralelamente, el estrés, al afectar a los niveles de oxitocina, puede ser un obstáculo a la hora de crear vínculos, confiar y relacionarnos afectivamente con las personas.
Espero que esta publicación te arroje algo de luz acerca de estas hormonas.
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